domingo, 30 de diciembre de 2012

Recuerdo de "Luces de Navidad"

Mi amiga Aline Dupont hizo este precioso vídeo para recordar la lectura de "Luces de Navidad" que hice este diciembre.

Aquí os lo dejo para que lo disfrutéis y os dejéis llevar por ese momento tan especial, ya que "las luces, esas chispas de colores que brillan estos días, nos transportaron a miles de historias, de vidas, de sentimientos... ¿Reales? Quien sabe. En ese momento, por lo menos, lo fueron"

Feliz 2012 pasado y Feliz 2013!!!!

lunes, 3 de diciembre de 2012

Luces de Navidad


Relatos mezclados con música, decorados, imaginación y algo de creatividad manual.  

El  martes 18 de diciembre a las 20.15 en el Bar Nänai, en la calle Barco 26


Asistiréis a  "Luces de Navidad" 



¡Os espero!

Todo surgió por esta canción, así que aquí os la dejo, para que os amenice y os vaya transportando a la tarde-noche del 18!










miércoles, 21 de noviembre de 2012

Crónica de "Las calles de los relatos" - 17/11/12


Fue el sábado 17 de noviembre la acción de "Las calles de los relatos"
En varias ciudades amaneció el cielo encapotado, y en algunas las letras se mezclaron con gotas de lluvia. Pero mis relatos se fueron abriendo paso entre las piedras y el viento y lucieron en varias de las calles de 11 ciudades distintas.

Esta acción fue llevada a cabo gracias a varios colaboradores que se dedicaron a repartir mis textos por las ciudades en las que residen, que los imprimieron, cortaron y se aventuraron a la calle para dejarlos a la espera de personas inquietas que se acercaran para ver eso de: Cógelo y disfrutalo, y lo arrancaran de la pared, o los bancos, o las verjas, para leerlo algunos de una hojeada, y otros más detenidamente.

Y aquí os dejo una pequeña recopilación de esos momentos!


Empezaremos por el país vecino, donde se repartieron los relatos gracias a Iliana Diaz
Toulouse y la Rue du Taur vistió mis letras el sábado y estas son las fotos de esa mañana tan agradable.





En Pamplona, Ana Berastain los fue colocando a lo lago de la Calle Curia, donde convergen varias de las adoquinadas estradas del casco antiguo y culmina al fondo con la catedral. 




En Vigo, Vanesa Carbajo encontró el lugar ideal en el Casco Vello de la ciudad. Según sus palabras:  
"La calle se sitúa en el Casco Vello de Vigo, en Rúa de Méndez Núñez, que nace en Pza Almeida, suelo de piedra, tranquila, zona de tránsito al Instituto Camoes y a Cesterías, tiene un limonero que me enamoró, y unos asientos de piedra sencillos a lo largo de la calle, que invitan a la escucha y la interiorización, adjudicado! Creo que tus escritos le sentarán fenomenal al lugar !"




En San Sebastián, Karmele Lumbreras se acercó a la zona del Buen Pastor y fue colocando los relatos en la calle de los Reyes Católicos, donde la gente se paseaba en esa tranquila mañana del sábado.





En Zaragoza fue el pasaje San Gilés, al lado de la calle Alfonso I, un lugar lleno de terrazas y ambientado con estufas que le daban un color amarillento enigmático,   donde Alejando Gastón repartió los relatos entre como el dice "unas chicas de Girona, que estaban por primera vez en Zaragoza y prometieron entrar en el blog; o entre la pareja rumana, que ella no quiso fotografiarse por timidez.
Pero de todos, nos quedamos con esa niña que le pide a su madre que le guarde el papelito mientras se levantan de la mesa... unos relatos quedaron para los siguientes clientes y otros... otros hicieron que Eloise ya forme parte de la gente de Zaragoza"




El carrer de la Mare de Deu dels Desamparats, en Barcelona, lució los relatos gracias a Elena Herranz. Dicha calle se convierte más adelante en el carrer de la Fraternitat, donde está el mercado de la Abacería Central, y da a parar a una plaza donde el sábado había un concierto contra el maltrato animal. Todo en pleno corazón de Gracia. 




En Madrid, Aline Dupont se encargó de dejarlos esparcidos por la calle de siempre, la Calle del Espejo, donde charló con los encargado de la  floristería habitual, y dejó uno en la puerta de Casa Boni que había cerrado, para que se lo encontraran al llegar al día siguiente.




La calle de la filmoteca de Cáceres, llamaba Rincón de la monja, aguantó viento y lluvia y sujetó con tesón los trocitos de papel que colocamos Cesar Rina y yo misma a lo largo de sus paredes. 




En Torrevieja los relatos casi rozaron el mar. El sol reflejado en las olas les hizo envolverse de esa magia que desean todas las letras. Gracias a Javier Tobarra que los repartió por el Paseo de las Habaneras




En Cádiz, Jana Cortina eligió la calle del Callejón del tinte, en él se encuentra la Escuela de Bellas Artes y desemboca en dos plazas preciosas.  La gente los fue cogiendo conforme los iba colgando, hasta casi  quedarse sin ninguno. ¡Que majos estos gaditanos!




En Las Palmas, Pedro Herranz y Fernanda Gonzalez las fueron colocando en la 
calle Perez Galdós donde al finalestá el Gabinete Literario. Una calle peatonal, desde donde se puede ver de un lado la Catedral y del otro, si no hubiera edificios, se podría ver la Playa de Las Canteras.




Muchas gracias a todos mis queridos colaboradores por su compromiso e ilusión!!!!



domingo, 11 de noviembre de 2012

Sádabo 17 de noviembre: Las calles de relatos de Eloise Liyu



El próximo sábado 17 de noviembre (de aquí a 6 noches) la calle de los relatos será por un día:

                                  LAS CALLES DE LOS RELATOS de Eloise Liyu

En 10 ciudades diferentes se colgarán 4 de mis relatos: Vienna, Fly, Mi particular trocito de mar y El color de la vida.

Mis "colaboradores" especiales saldrán a las calles de Pamplona, Madrid, Barcelona, Zaragoza, Cáceres, San Sebastián, Cádiz, Vigo, Las Palmas y Torrevieja y soltarán los relatos en una calle con encanto dispuestos a que todo el mundo los encuentre.

Si alguien quisiera participar y colgar los relatos en su ciudad, sólo tiene que decírmelo ( eloiseliyu@gmail.com) y le mandaré los relatos para que el 17 se una a la acción.

Nos vemos pronto por las calles ;)


sábado, 13 de octubre de 2012

Crónicas de "Una calle de relatos" II





Tras el verano, los miércoles de septiembre y lo que llevamos de octubre, volvieron a llenarse de relatos en la calle del Espejo. Fueron unos días un poco tumultuosos, así que ayudada por cómplices que hicieron la ruta aquellos días que yo no podía, los relatos siguieron decorando las calles.

Cada día uno distinto. Fueron dejándose ver: Vienna, En el espejo, Fly me to the moon, La lista, Mi particular trocito de mar, Alguien a quien solía conocer...

Siguieron las conversaciones con la gente por la calle, alguna que otra pregunta como: ¿Tu eres Eloise? ¿Pero tu escribes esto?. Fue bonito ver como el viento los hondeaba aquellos días un poco más rabiosos, y como si ibas hacia la noche las farolas teñían la calle de un ambiente más romántico.

Y sigue siendo agradable verlos ahí colgados, ver tus letras sueltas por una calle con tanta vida unas veces, tan tranquila otras.

Seguirán los miércoles siendo días un poco más especiales, más diferentes. Días en los que compartir lo que haces te hace sentir bien, porque las historias arrancan sonrisas, te llenan de incertidumbres, te traen recuerdos, te hacen soñar... Son formas de dar un toque especial a algunos minutos. Y me gusta hacer eso.

Nos seguimos viendo por aquí y por allí!




Leyendo al lado del portal 7


La gente sube y baja, habla, se ríe, corren... y los relatos quedan ahí reflejando otras realidades


Un señor cogió uno y se detuvo a leerlo mientras la niña que iba con él hacía piruetas


Vestigios de que la semana anterior alguien cogió el relato que colgué en esta señal.


martes, 31 de julio de 2012

"Una calle de Relatos" se despide hasta septiembre



Llegó el esperado mes de agosto y con él las vacaciones, así que mañana será el último miércoles que "La calle del Espejo" lucirá mis relatos.
Aquí os dejo una recopilación de la iniciativa hasta ahora!

Septiembre llegará cargado de nuevas ideas.

Besos y Feliz Verano!






miércoles, 18 de julio de 2012

Guardando las palabras


De nuevo para la iniciativa "Dame, doy, ten y yo lo transformaré" hoy tenemos un dibujo que Julieta Levin me envió titulado "El búho que vigila las palabras"

Con él, con sus trazos en blanco y negro, con su mirada, con sus detalles, con lo que me susurró al odio, os cuento esta historia.




Se guardaban en grandes libros, gruesos, pesados, con las hojas ya amarillas, los lomos desgastados y las letras medio borradas por el paso del tiempo.
Sólo ellos podían entenderlas, porque el lenguaje que utilizaban era ancestral y poco a poco había dejado de ser utilizado. Pero lo conservaban con cuidado sabiendo que era imprescindible mantenerlo, ningún otro había logrado parecérsele.
Aquellas criaturas se escondían en los bosques durante el día y salían de noche, fundiéndose con la oscuridad, para recoger las palabras y realizar su labor. Su sentido del oído y de la vista, tremendamente desarrollados, les permitían observar sin ser vistos y así captar esas vibraciones que producían los humanos y retenerlas hasta transcribirlas con hilo dorado en sus libros olvidados.
La palabra era importante no porque significara aquello que decía, sino porque recogía las formas de expresión que se habían ido desarrollando a lo largo de los tiempos. Era más valiosa por lo que escondía que por lo que mostraba. Pero como todo, era incapaz de expresar aquello que habitaba en ese pequeño y ancho mundo, por lo que no dejaba de ser un instrumento útil pero no perdurable.
Sin embargo los métodos de entendimiento y estudio lo exigían, era un mandato que perduraba desde los primeros tiempos. Por ello estas criaturas tenían esas características: nocturnos, avispados, de vuelo rápido, con un globo ocular que les permitía moverse hacia los lados y girar la cabeza hasta 180 grados, garras potentes, picos afilados. Tenían que sobrevivir, su misión era importante.

Comúnmente les llamamos búhos pero si entendiéramos su lengua sabríamos que responden al nombre de Aurones.Y si fuera así, también podríamos leer los títulos de los libros donde recogen las palabras y sabríamos que en los lomos está escrito: Para desechar en 2170. Y debajo: época de transición para el lenguaje teleométrico.

Nos queda mucho por recorrer.







lunes, 16 de julio de 2012

Calcetines y Mediterráneo

Esta semana empezamos con un relato que surgió por la foto que me envió Quique LLuch para la iniciativa "Dame, doy, ten y yo lo transformaré".
Sin embargo él me pidió una cosa: "Te hago una propuesta a ver que te parece. Yo te remito la foto, tu haces tu relato inspirado en ella, pero al mismo tiempo yo hago uno inspirado en la misma foto. Tú no sabes nada sobre el mío y yo no se nada sobre el tuyo. Luego cuando los hayamos acabado ambos, lo compartimos, puede ser divertido ver lo que una misma imagen nos puede sugerir a los dos"
¡Y lo hicimos!
Aquí está el resultado



CALCETINES de Eloise Liyu

Se colaba entre los dedos de sus pies y le hacía estornudar. Sí, era raro incluso para eso. 
Ni los intentos de su padre, pescador de nacimiento; de su madre, trabajadora de la lonja desde los tres años; su abuela, la cocinera más reputada del puerto, cuyo menú sólo contenía nombres de peces, ni verdura, ni arroces, sólo las sopas se salvaban, y era porque había pasado la guerra; incluso de su tía, que trabajaba en el museo del mar; habían podido hacer que él pudiera acercarse a aquel medio del que su familia se sentía tan orgullosa.
Sin embargo él había heredado todo lo contrario. Tenía que pisar la arena con calcetines, y el agua del mar le irritaba la piel. Equipado con gorro y chaleco impermeable su padre había conseguido subirlo a su barca, pero no más de diez minutos, ya que su tez se volvía blanca y dejaba de respirar.
La tradición venía de muy lejos, de generación tras generación. Todos tenían una foto en la galería de la casa familiar con un pequeño título bajo ella: Cocinera marina, Pescador del mar, Recolectora del mar... y él no iba a poder tenerla.
Nadie entendía como un niño así había podido nacer en aquella familia. Circulaban historias, que se colaban entre los susurros calenturientos de los habitantes de la región, pero lo cierto era que el padre quería a ese hijo más que a cualquiera de los demás y le protegía de cualquier habladuría.
A él lo que le gustaba era dibujar el mar. Dar matices de azules a las olas, resaltar el blanco en la espuma, perfilar los peces, hacer las sombras de las rocas. Verlo y observarlo, pero de esa manera.
En su cuarto tenía un poster enorme con el dibujo de una orilla y se entretenía mirándolo maravillado, ya que alguna partícula de su sangre se alteraba, como pasaba con todos los miembros de su familia,  pero para él esa era la única forma de disfrutar de aquel mundo.
Un día una de sus hermanas llegó a casa gritando que había resuelto el enigma: En otra vida ha sido marinero y se ha muerto en el mar - dijo toda convencida.
En la mesa se hizo un silencio y luego todos rieron: No Concha, no creemos en eso - dijo su madre.
Otro día alguien soltó la teoría de que durante el embarazo la madre se había empachado de almejas y el niño ahora repudiaba todo lo que tenía que ver con el mundo marino. Esa vez también terminó todo en risas.
Sin embargo no había nada que averiguar por mucho que se propusieran, ya que era tan difícil como fácil el misterio. Nunca sabrían que en el momento del parto un grano de arena se había colado en el orificio derecho del bebé y éste había producido un rechazo anatomicoelergicoamiotrófico instantáneo a tal materia que le había hecho totalmente incompatible con todo lo que tenía que ver con el ámbito de la misma.
Le había imposibilitado de por vida el disfrute del medio marino, pero nadie le impedía dibujarlo. 
Por eso le conocerían, por sus cuadros. Así se haría famoso y podría hacer lo que siempre había querido, colocar su foto en la galería familiar y en el cartel con el título escribir con rotulador permanente: "Pintor del mar"




MEDITERRÁNEO por Quique Lluch


Sentado en esta playa contemplo el Mediterráneo frente a mi. Aparece un caballo blanco sin montura, cuyos cascos mojados imprimen su marca en la arena. Veo familias cargadas de voluminosos fardos, con sus miradas perdidas y sus rostros demacrados por la pesada espera al bajel que les llevará al exilio. Observo a unos niños tullidos que, bajo la compasiva mirada de un mosén sudoroso embutido en sus negras vestiduras, juegan como si nunca antes hubiesen visto el mar. Descubro a mi abuelo cargando su carro con una arena que pasará por el corral y acabará mezclada con la tierra que nutre las hortalizas que le dan de comer. Vislumbro a lo lejos una yunta de bueyes que arrastran pesadas barcas cargadas con la pesca de toda una noche. Escucho el paso marcial de los carabineros que vigilan el contrabando de tabaco. Acecho a un grupo de surfistas a la espera de la ola que les llevará a su parnaso. Me asusto cuando llega esa patera repleta de personas que desaparecen en todas direcciones al alcanzar la orilla...

Respiro con pausa y decido abrir los ojos. Frente a mi una arena virgen, un mar calmo y un horizonte vacío. La quietud es tal que casi no se escucha el leve movimiento del mar. Todo mi ser se ve reflejado en esta playa desierta y abandonada por todos, su vacío es el mío, su soledad me consume. De mis amigos no quedan ni sus huellas borradas por la marea. Noto un hueco en el estómago que se hace grande hasta convertirme en un simple caparazón quebradizo. Intento revelarme, sé que resuelvo problemas, que soluciono asuntos, que soy eficaz, que cumplo los objetivos que me marcan, que gano dinero... pero todo esto no sirve sino para elevar mi angustia. Siento que me voy desmoronar en mil añicos. Estoy solo, solo por dentro y por fuera, no me queda nada ni nadie. Este silencio me inquieta, está pudiendo conmigo... Me voy... Me voy de aquí... No aguanto más.

Me giro por última vez antes de subir al coche para contemplar ese paisaje que tanto me ha turbado. Más relajado pienso que tal vez no haya sido buena idea venir hasta aquí esta fría mañana...

O... ¿Tal vez si?




viernes, 6 de julio de 2012

Recuerdos del tiempo

Esta vez el relato surgió de una preciosa foto que hizo César Rina con su cámara analógica en Granada, ciudad de gran belleza y misterio, ciudad que recoge tantas civilizaciones y tanta historia que esto, es sólo un pequeño componente de ,como siempre, algo que podría haber sido.
Para la iniciativa "Dame, doy, ten y yo lo transformaré"





Volver para entender había sido necesario.
Desde pequeños mi hermano y yo soñábamos con sus calles, su ajetreo, sus casas, su luz.
El abuelo nos narraba los más mínimos detalles, vivía de recuerdos, vivía de las grietas que se marcaban en su cuerpo y de las que salían palabras dulces, suaves. Su piel sabía a azúcar.
Nos leía historias las tardes de verano cuando el calor nos impedía salir a la calle; por la mañana, cuando nos acompañaba al colegio, nos relataba las leyendas que recordaba con esa voz que nos transportaba en el tiempo, oyendo música, ruido, ajetreo cuando nos metía en esos mundos que habían pertenecido a otras épocas.
Siempre supe que nuestro abuelo no era una persona como las demás, siempre supe que tenía algo dentro, pero no podía sacarlo más que poquito a poquito, ratito a ratito, pedacito a pedacito. Parecía que había vivido desde siempre.
Fue la guerra la que lo expulsó de su tierra, de su barrio, de su vida; y nunca más volvió. Físicamente, claro, porque su alma se quedo encerrada entre el musgo y las rosas, el azafrán y  los claveles.
Oímos hablar de las leyendas moras, las costumbres paganas, las conquistas y las luchas. Pero eso quedaba demasiado lejos, y pronto se convirtieron en mitos que imaginábamos rodeados de un tul transparente. Luego venían las historias del "cojo" que ganaba a cualquiera en una carrera, de Remedios, la hermana de la tabaquera que se contorneaba cada mañana cuando se paseaba con el carro por la calle, de Pietro, el italiano que se quedó atrapado en el campanario, de Dolores, la señorita que bajaba de la Casa Grande para que le enseñaran a silbar... La que más nos gustaba era la de Damian, un señor que vivía solo en una casa rodeado de gatos y que tocaba las melodías más bonitas que había escuchado nadie, decían que a veces alguien se colaba para escucharle y le dejaba comida, decían que se veían sombras por los pasillos de una mujer, su mujer, que murió siendo joven.

Ahora, mientras recorríamos las calles todavía quedaba algún anciano con bastón descansando bajo las sombras de los árboles, pero las fuentes ya no existían, ni los balcones de madera, ni el ruido de los caballos, ni siquiera los niños jugando en la calle... Remedios era ya muy mayor y casi no podía hablar, el cojo había muerto y de la casa de Damian no quedaba ni rastro.
Entramos en un bar a refrescarnos y sentimos de repente una ausencia enorme. Pero tras beber un poco y descansar de nuestra andadura comprendimos que todo lo que habíamos escuchado desde pequeños había quedado escrito en los arboles, en los muros; el tiempo había pasado y les habían extinguido; como las flores cuando caen sus pétalos, como la fruta madura. Menos mal que las piedras son los suficientemente fuertes como para guardar vidas.

Así que miramos hacia los tejados y vimos como el sol se extinguía y les mostraba sus respetos. 

Ojala que cuando amanezca, pensamos al coger el coche para marcharnos, haya nacido otra flor entre sus grietas.





jueves, 28 de junio de 2012

Crónicas por la Calle del Espejo I


Como cada miércoles, desde hace 4 semanas, me paseo por la Calle del Espejo (Madrid) y dejo unos relatos pegados a las paredes.
Cada día uno distinto: Se desliza, El color de la vida, Piel sobre Piel, Fly.
Elegidos al azar, elegidos por cada momento.

Todo empezó por una idea, un comentario, un empujón... y al final esta iniciativa se convirtió en llenar una sola calle de relatos cada miércoles y dejarlos a la mano de cualquier viandante que pasara por esa calle.

Quedan bonitos, ahí pegados, moviéndose por el viento. Adornan las paredes unas horas, hasta que alguien se para, los coge y se los lleva; hasta que se caen por su propio peso; hasta que llega el camión de la basura. Quizá tenga a algún basurero enganchado a estas historias. ;)

Desde el primer miércoles, Luis, de Casa Boni, se acercó a mi y me dijo: "Yo también escribo sobre la calle del Espejo". Y yo le dije: "Yo no sobre la calle, pero los dejo en ella a la mano de sus habitantes". Luego bajo Ricardo, otro vecino, con el que ha publicado el libro sobre la calle y estuvimos hablando amenamente con el ruido de la fuente de fondo.
Ya cada miércoles me paro a hablar con él y me cuenta cosas.
La segunda semana me dijo: "¿Y como acaba la historia de la pareja del coche? La gente me ha preguntado"
Hablaba del relato Se desliza , el primero que dejé. Sonreí y le dije que tendrían que meterse en el blog. Pero el no lidia con las nuevas tecnologías, así que le propuse que quizá dejaría los relatos por entregas, como los antiguamente, ¡Otra idea!

Veo a la gente pararse a leer. Se detienen, se acercan un poco, algunos lo cogen, otros lo dejan. Un señor mayor, nada más colgar el primero, lo leyó de cabo a rabo. Una mujer con las bolsas de la compra, un chico que paseaba con una mochila, un señor con su perro...
Los demás me los he perdido, no puedo hacer de detective las veinticuatro horas. Quizá un día me vista de ello y vaya como Sherlock Holmes "es un detective de los más singular..."

Ayer fue el cuarto día, la cuarta semana, hace casi un mes. Por eso quería hacer esta pequeña crónica para dejar unas imágenes de esta acción callejera y poder contar las pequeñas curiosidades de salir a la calle.



Perspectivas
               
Junto a la floristería "Fransen et Lafite"

 Una chica se paró delante de un relato y Luis, el del bar Boni le gritó: ¡Cógelo! ¡Qué son para cogerlos y leerlos! Y se fue calle arriba, paso a paso, letra a letra
  Leyéndolo


Un señor cogió un relato y bajo la calle leyéndolo

Aquí os dejo un vídeo casero, casero que grabé ayer, sólo porque está amenizado por el piano de uno de los vecinos de la calle, pianista, que practicaba para un concierto. Prometo hacer uno bueno a la próxima.


martes, 26 de junio de 2012

Mi particular trocito de mar


Y a través de  Iliana, esta super foto de una obra suya (pinchando en su nombre accedéis a su blog y veréis todas la cosas monísimas que hace con sus manos) que me dio la idea para este nuevo relato de la iniciativa "Dame, doy, ten y yo lo transformaré"




SU PARTICULAR TROCITO DE MAR

Volvía de las vacaciones, esas que sólo se viven una vez y quedan guardadas y marcadas en el calendario con miles de momentos escritos con colores.

La luz estaba yéndose, ocultándose, transformándose como hace cuando el día empieza a extinguirse; y tumbada sobre mi bolsa en el asiento de atrás del coche sólo veía la línea del horizonte, intermitentemente, cuando no se me cerraban los ojos por el cansancio.

Cerrados... sentía el olor del mar, la arena en mis pies, el roce del agua sobre mi cuerpo, el sabor de la sal en la lengua...

Los abrí y tras la ventana se veía el azul oscuro del cielo, la silueta de un árbol, unos arbustos... sólo el cielo, y el rastro amarillo tenue que dejaba el sol.

Cerrados... el sonido de la orilla, la brisa por las tardes, las risas, el agua salpicando...

Abiertos... el cielo y la luz de una farola, el tejado de una casa, un pájaro, otra luz, un árbol, cielo, cielo, cielo, sólo el cielo.

Cerrados... encuentros improvisados, sabores a fruta fresca, escapadas entre los pinares, zambullidas por la noche.

Abiertos... tejados, tejados, tejados, la silueta de una montaña, una luz que ilumina una iglesia a lo lejos, un avión, cielo... 

Cerrados...  la brisa junto a la orilla, susurros, secretos, suspiros, luego... un paseo en moto, el mirador, el mar desde arriba.

Abiertos... el cielo, el cielo, la ligera silueta distorsionada de un árbol...

Cerrados... la arena entre los dedos de los pies, los paseos hasta las rocas, una sonrisa, un paseo al atardecer, unas silueta alejándose...

Abiertos... muchas farolas, un bloque de edificios, más farolas, el rojo de un semáforo.

Se para el coche.

Y a sus pies, 
en una bolsa, 
se tambalea un tarro de cristal, 
con agua,
salada, 
quizá un poco de arena,
quizá alguna piedra,
quizá algo de ella.






martes, 19 de junio de 2012

Alguien que solía conocer



Y de nuevo dentro de la iniciativa "Dame, doy, ten y yo lo transformaré", con una foto de Helena del Pozo, surge este relato titulado: Alguien que solía conocer (frase cogida del título a la canción de Lisa Hannigan con la que amenizo las letras)


*La chica de los vaqueros y el polar rosa

Llovía, como siempre en mayo, pero nadie nos disuadía de ir a las playas y buscar animales muertos, conchas silenciosas, algas que se enredaban en nuestros pies...

Cada tarde dejábamos las mochilas en los porches y corríamos hacia el mar, con el bocadillo en una mano y la red en la otra. Todavía hacía frío, así que nos remangábamos los vaqueros para poder sentir el agua hasta las rodillas y secarnos luego con el viento.
Regresábamos a nuestras casas al anochecer, esperando la tarde siguiente. No concebía una tarde sin que él me sonriera, y apenas tenía catorce años.
Una vez me besó. En un cobertizo. Creo que también me agarró de la mano en el cine de verano.
Mi familia se mudó.
Todo se quedó en el pasado.


Lo recordé el otro día al sacar, de una caja que guardaba en el trastero, aquellas conchas envueltas en telas de colores. Era mi mundo particular, aquel en el que te refugias cuando empiezas a crecer, y lo tenía ahí olvidado.

Cogí el teléfono y llamé a mi tía. Era ya una solitaria anciana que se había quedado aislada en aquella casa de la que todos habían renegado con los años y sentí una tristeza inmensa al darme cuenta de que yo también la había olvidado. Le pedí el teléfono de la casa de los vecinos pero no contestó nadie. Hacía años que la habían vendido. Prometí ir a verla ese fin de semana y así fue como volví a coger conchas.
Había olvidado la sensación del frío en los pies, de las algas enredándose en los dedos, de la brisa secando las piernas... pero podía volver a recuperarlo. Lo tenía frente a mí, y no iba a dejar que se me olvidara de nuevo.
Había noches en las que soñaba con formas extrañas y no comprendía que eran, había momentos en los que mi mente se perdía unos segundos y no sabía dónde se había ido, había mañanas en las que dejaba correr un poco más de tiempo el hilo de la agua de la ducha y no entendía porqué.
Ahora podía vislumbrar un pequeño significado, por lo menos podía encontrar algo a lo que agarrarme. Una parte de mí no se había olvidado.


*El chico de los vaqueros y el chaleco negro

Llovía, como siempre en mayo, pero después del colegio, seguíamos pasando las tardes junto a la orilla, descalzos, inventando mundos, creando universos.
Siempre estábamos solos, porque nos gustaba, porque sabíamos cuando hablar y cuando callar, porque nos compenetrábamos. Sabía que iba a ser mi novia, pero no le agarré de la mano hasta una noche en la que veíamos una película antigua en el cine de verano. Ella se ruborizó. Más tarde la besé. Al día siguiente ella me entregó una caja hecha de conchas. Creo que todavía está guardada en alguno de los armarios de casa de mis abuelos.
Un día me dijo que sus padres habían decidido irse a vivir a la ciudad. Me dijo que vendría lo veranos, pero  nunca volvía a verla.

Hoy me he acordado de ella. Mi hija me ha traído una concha que le han dado en la escuela.
Llama mi madre y le pregunto por la familia que vivía a nuestro lado cuando éramos pequeños.
La señora Nicolasa llevaba sola mucho tiempo cuando vendimos la casa - me dice.
Le cuelgo y miro por la ventana. Está lloviendo, y veo su pelo chorreando en la orilla, su sonrisa mientras me agarra para que corramos a refugiarnos. Sólo somos dos adolescentes empezando a vivir.
Ahí fuera hay alguien a quien solía conocer, siento.
Oigo a mi mujer diciendo que la cena está lista. Me alejo de la ventana y camino lentamente hacia la cocina. La veo y una sonrisa aparece en mi rostro. El tiempo se pierde entre los minutos, pero yo he vuelto a coger el mio.





miércoles, 13 de junio de 2012

Acción callejera: UNA CALLE DE RELATOS


Tras una semana: Hola de nuevo a "Una calle de relatos" 
Será cada miércoles, en la Calle del Espejo, por la tarde.
Cada miércoles copias de uno de mis relatos se adosarán a sus paredes esperando que alguien los coja, los encuentren, los lea y se los lleve.

Fotitos de la "acción callejera":mañana

;)




viernes, 8 de junio de 2012

PEIL SOBRE PIEL



Mayka Cortés me dejó elegir entre varios de sus cuadros y éste fue el que me dejó imaginar esta historia. 

Dentro de la iniciativa:
"Dame ,doy, ten y yo lo transformaré"






PIEL SOBRE PIEL

Abría cada mañana a las nueve en punto, ni un segundo arriba, ni un segundo abajo. La persiana, de esas antiguas de madera que hacía un siglo que no se veían, se atrancaba siempre en el mismo punto y había que darle un pequeño golpe para que siguiera subiendo; la puerta giraba con una única llave que colgaba de su cuello día y noche; y los cristales, transparentes como el agua, daban paso a una pequeña tienda que nadie esperaba ya en esos tiempos. Una tienda de antifaces antigua.
Los años habían pasado y el mundo ya no era el mismo, pero todavía había gente que acudía a él para hacerse aquel artilugio obligatorio desde la época gris. 
Y es que él los hacía diferentes. No sólo porque escuchara las historias de las personas para poder empezar a trabajar, o porque utilizara ingredientes ya olvidados como la hierbablanca, la caléndula, el cuero o la seda. Sino porque los elaboraba cuidadosamente utilizando antiguas enseñanzas y un pequeño instrumento que había elaborado con los años, el astrovelo, para hacer que cuando su dueño lo llevaba nada más pisar la calle, una parte de él siguiera recordando que sus antepasados habían vivido de otra manera, y que todavía ellos podrían conseguirlo.

Dámaso tenía más de cien años, y su piedra del destino le había augurado todavía quince más. Vivía en la parte de la ciudad que había resistido a la invasión, rodeado de casas abandonadas o derribadas, calles semidesiertas, donde las pintadas en los muros recordaban los momentos de lucha, donde sólo al atardecer salía la gente a las calles y se sentaban a tomar el aire y conversar.
Durante el día se dedicaba a escuchar algún canal de radio prohibido y de vez en cuando se ponía música que le recordaba a otros tiempos. Cuando tenía encargos trabajaba entusiasmado en cada uno de ellos, sabiendo lo que supondría para esas personas. Muchas no habían tenido opción, muchas no podían salir de ese sistema que se había impuesto, pero ya que estaban obligadas a ello, por lo menos con sus antifaces recordarían que había una salida, por difícil que pareciera.

Esa mañana llegó a la tienda una chica joven que llevaba de la mano a su hija de cinco años. Era la edad para llevar el primero. Se sentó con ellas y les escuchó.
-Vendrán treinta niños más esta semana, le dijo la chica. Estamos organizándonos en el otro lado.
Sabía que había esperanza cuando miraba los ojos de aquella niña. Cerró la tienda y se fue a sus casa. Tenía que recolectar más materiales. Tenía que hacer los mejores antifaces, quizá había empezado el momento del cambio.


Colaboración en el blog de "Cuentos de Marieta"


Marieta me sugirió que le mandara un relato para colaborar en su blog y así lo hice.
Le mandé "La llave", un relato que me publicaron en el libro "Yo no leo" en diciembre de 2011.
Aquí lo dejo, al igual que su blog, para que os deleitéis con sus historias!
http://cuentosdemarieta.blogspot.com.es/2012/06/colaboradora-eloise-liyu.html

lunes, 4 de junio de 2012

Uno menos




Con la frase de Santiago Tobar: "Toda la vida luchando por llegar a ser uno más y se murió. Uno menos", aquí os dejo el nuevo relato de la iniciativa "Dame, doy, ten y yo lo transformaré"




Siempre supe que no serviría, pero había que intentarlo. Creer en ellos había sido parte de nuestra filosofía ancestral. Tenían capacidades, tenían inteligencia, tenían los recursos. Sólo que lo entendieron mal, muy mal. O como decía el Anciano: "Simplemente se habían escuchado demasiado".

Crecí feliz, rodeado de mis semejantes.
Sintiendo el sol cada día...
Oyendo el río fluir tranquilo a nuestro lado...
Oliendo las flores que crecían poblando los campos...
Viendo los insectos que recorrían nuestras extremidades...
Dando cobijo a los mamíferos que poblaban los alrededores...
El momento era el atardecer, cuando el cielo te ofrecía  todo tipo de matices, todo tipo de preciosidades.

Dábamos abrigo, vida, comida. Creíamos que era nuestra labor y lo aceptábamos con gusto. Estábamos en este mundo para ofrecer lo mejor de nosotros y luchábamos por dar ese ejemplo que tanto hacía falta.

Pero cuando todo cambió nos dimos cuenta de que no había vuelta atrás.
Llegaron invadiendo el bosque, con sus máquinas, sus instrumentos destructores, su ansia de poder, aquellas cifras reflejadas en sus ojos... Cortaron nuestras ramas, nuestras hojas, nuestros troncos. No se dieron cuenta de que haciendo eso se destruían a ellos mismos. Habían tomado el camino equivocado, como llevaban haciendo varios siglos atrás.

Así que me convertí en uno más. Habíamos luchado todos esos años para nada.

¿Cuántos más de nosotros, en la forma que fuera, harían falta para que se dieran cuenta de que todo era mucho más sencillo? Sólo tenían que cerrar los ojos y sentir. No era tan difícil.




viernes, 25 de mayo de 2012

El color de la vida

Gracias a Alejandro Gastón y a aportación de "Dame, doy, ten y yo lo transformaré", aquí os presento el nuevo relato que salió de su frase : "... pero es que he visto tu sonrisa al entrar..."







Pero es que he visto tu sonrisa al entrar y no he podido resistirme. La he comprado, sí. La he comprado.
Lo siento, se que me dijiste que tenía que dejarla porque otros también la necesitan, se que no puedo ser egoísta, se que este mundo está lleno de gente que necesita un poco de aliento para caminar, y que no debo ser avaricioso. Pero no he podido, lo siento. La próxima vez cambiaré de calle para no pasar por la tienda donde hacen las fotos más bonitas del mundo. Las tuyas.

Ha pasado tanto tiempo que ya no recuerdo cuándo este mundo se volvió gris. Cuándo el color desapareció de nuestras vidas. La ropa, los árboles, las casas, la comida, los sueños... todo es en gris, blanco o negro. No hay más.
Es raro caminar por la calle sin ver el azul del cielo, el verde de las hojas cayendo, el rojo de los bancos en los paseos, el morado de las lilas ... Dentro de poco ya no quedará nadie que conozca las tonalidades de la naturaleza. Ya casi ni llueve, el cielo está siempre cubierto. Hemos llegado a esto casi sin darnos cuenta, dejándonos llevar, por no saber gritar demasiado alto.

Por eso casa uno busca el color donde puede. 
Por eso se inventaron las tiendas de cosas bonitas. 
Por eso la gente se gasta el dinero en lo poco que encuentra que le pueda proporcionar algo de luz.
Por eso existe esa tienda donde venden sonrisas, abrazos, artilugios que crean figuras y sombras, e ilusiones, creadores de sueños, libros de papel, comidas caseras de esas que sólo quedan como recuerdo en nuestros paladares.

Y por eso yo paso por esa calle. Porque vi tus fotos y me di cuenta que eran lo que me ayudaba a seguir, lo que me animaba a caminar por esas avenidas llenas de asfalto. 
Ahora las busco y cuando las descubro asoma una sonrisa en mi rostro que se vuelve roja, mis ojos se vuelven azules, mis manos naranjas... y por un segundo soy capaz de verlo de nuevo. El color de la vida.
Prometo sólo mirarlas y dejar que otros puedan tenerlas. Prometo pasar de largo y no colgar la veinteava en mi salón. Prometo decir a la gente que están ahí y no ponerme frente al escaparate para que nadie más pueda observarlas.
Pero no prometo no soñar contigo y sonreír mientras rezo para quedarme ahí, en ese otro mundo que perdimos un día y que ya no podemos recuperar.