martes, 7 de abril de 2015

Mi adorada Emily Brontë y Cumbres Borrascosas

Retrato hecho por su hermano
Branwell Brontë




Si me preguntan por mi libro preferido instantáneamente a mi cabeza viene Emily Brontë

Es cierto que desde que leí "Cumbres borrascosas" ha llovido ya mucho, pero aún recuerdo como me aprendía frases de memoria, subrayándolas a lápiz y repitiéndolas sin parar, escribiéndolas en papeles para ir recitándolas sola en mi cuarto. Todavía oigo los susurros en aquel cuarto cuya cama estaba al lado de la ventana, de donde se podían escuchar las más espeluznantes voces en las noches en que la casa era agitada por el viento, y unos Cathy y Heathcliff adolescentes se encaramaban al abrigo de las sombras.

Mi edición de "Cumbres borrascosas" y los apuntes que tomaba, dentro del libro desde hace más de quince años.
Muchos han calificado la única novela de Emily Brontë como la obra maestra de la literatura romántica universal, con una turbulenta trama en unos parajes inhóspitos que sirvieron de escenario a los amantes más atormentados e infernales que nunca había creado una mujer.

"Cuantas veces hemos desafiado los dos juntos a los espectros, hacíamos apuestas a ver quién se atrevía a quedarse más rato entre las tumbas, invocándolos para que vinieran. Heathcliff, si te desafiara ahora, ¿te atreverías? Yo sola no quiero quedarme allí. Aunque me entierren a doce pies de profundidad, aunque me echen la iglesia entera encima. Hasta que vengas tu conmigo no descansaré, ¡nunca descansaré"

Todavía tengo pendiente esta versión de 2011, que según dicen es una de las más fidedignas.




Según sus numerosas biografías, Emily Brontë nunca se sintió bien fuera de Haworth. Era una persona reservada, familiar, a la que le gustaba pasear por la naturaleza junto a la compañía de su perro, Keeper.
Vivió siempre en la casa familiar, salvo las cortas estancias que pasó en dos colegios y luego en Bruselas. Pero regresaba al poco tiempo, pareciendo no poder vivir lejos de sus páramos.
Y desgraciadamente murió joven, demasiado, con sólo treinta años, tras haber cogido frio en el funeral de su adorado hermano, tumbada en el sofá al lado de sus hermanas Charlotte y Anne.
La bonita iglesia de Haworth, recoge sus restos, igual que los de sus hermanas, que desgraciadamente poco tardaron en seguirla.  


Otro retrato de las hermanas
hecho por Branwell, donde
él aparece como una sombra
Emily era la quinta hija de un párroco de provincias. Aparte de las conocidas Charlotte y Anne, tuvo tres hermanos más. Las dos mayores murieron siendo niñas y Branwell,  el único chico, vivió una vida disipada y libertina que, según dicen algunos críticos, marcó el tema de las novelas de sus tres hermanas escritoras.

Todos los hermanos murieron jóvenes, la última fue Charlotte, con 38 años. Y nunca supieron la fama que alcanzarían los pequeños escritos que ocuparon sus vidas con tanto fervor.


Educadas en casa por su padre, un estricto párroco, y su tía,  tras la temprana muerte de la madre, se interesaron muy pronto por temas políticos, estaban suscritos a varias revistas literarias y leían los pocos periódicos que llegaban al apartado pueblo de Haworth.  

Hoja del diario de Emily Brontë,
donde no sólo se encuentra
una parte de las historias de Gonda, sino
un dibujo de de ella y su hermana Anne en
su casa de Haworth.
Nunca se relacionaron demasiado con la gente del exterior, y se cree que ellos cuatro se bastaban para ocupar todas esas horas muertas que los días les ofrecían. Y es que Charlotte y Branwell comenzaron a escribir las aventuras de Angria, un lugar inventado del que iban acumulando historias, y al que luego se sumaron las dos pequeñas, Emily y Anne, que crearon Gondal.



A diferencia de los manuscritos de Angria, los de Gondal casi no se conservan,  pero si se dice que algunos de sus poemas fueron el germen de los personajes de Cumbres Borrascosas.





Después trabajaron fuera de la casa familiar, de institutrices o profesoras, siguieron con sus escritos, con su mundo, volvieron a casa, se volvieron a ir. Tras la muerte de su tía poco a poco fueron volviendo de nuevo y sus historias siguieron hilándose. Cuatro hermanos que estaban unidos por más que la sangre, por sus sueños de artistas, que poco a poco se iban afianzando. La música, la pintura, la escritura...

Branwell intentó dedicarse a la pintura, y lo primero que publicaron las tres hermanas fue un pequeño recopilatorio de poemas bajo los pseudónimos de Currer, Ellis y Acton Bell (Charlotte, Emily y Anne, respectivamente), conservando las iniciales de sus propios nombres. Sólo vendieron tres copias. Pero no desistieron.

 Pronto se embarcaron cada una en sus proyectos y en 1947 publicaron Jane Eyre, Cumbres Borrascosas y Agnes Grey, respectivamente, siempre bajo sus pseudónimos.


Después llegó la época mala, cuando tuvieron que hacerse cargo de un Branwell cuyo estado psicológico y mental había empeorado (según dicen debido a su adicción al opio y al alcohol). Emily lo salvó de un incendio al arden su cama, y poco después murió. Emily le siguió a los tres meses aquejada de una tuberculosis que arrastraba desde hacía tiempo. Cinco meses después fue Anne, y Charlotte les sobrevivió siete años, hasta que se reunió con todos ellos dejándonos pocos rastros de una familia que todavía sigue suscitando mucha curiosidad.
Se dice que Emily destruyó varios de sus manuscritos, e incluso que Charlotte quemó parte de la segunda novela que estaba escribiendo a petición de su hermana. Sabía que era demasiado celosa de su intimidad como para que nadie leyera lo que había escrito, y así todo quedó reducido a su única novela, algún poema y dos cartas y unos diarios que escribió con Anne.

Así que poco sabemos realmente de ella. De las tres hermanas, Emily siempre fue descrita como la más sincera, casi salvaje. Su actividad favorita era pasear por los sombríos páramos, sola, con su perro o acompañada por alguna de sus hermanas. Amaba los animales y tenía por compañero un perro, Keeper, que incluso después de su muerte acudía a su habitación por las noches, esperando encontrarla.

Si dicen que Charlotte era la racionalidad, la sensatez y las buenas maneras y Anne el encanto y la ingenuidad, Emily fue la sinceridad, la naturalidad, el amor a la naturaleza y la libertad por encima de los convencionalismos.


Quizá algún día visite ese lugar que tanto le inspiró, y creo no está muy lejos. Mientras tanto me deleito con pensar en ello y saber que por lo menos tengo su libro entre las manos.


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